miércoles, 12 de septiembre de 2012

Algunos trapidos sucios de la fidelidad

Me pasaría horas hablando acerca de la fidelidad, pero lo cierto es que no se nada sobre ella. Lo único que tengo conmigo es la experiencia y los recuerdos ajenos de aquellos fieles e infieles que por lo pronto me han dado en buena cuenta, la suficiente información como para lanzarme a escribir sobre el tema.
Existen dos formas comunes de ser fiel, dos formas que usualmente se practican o que en alguna medida deseamos que se hagan. La primera se justifica por medio del amor; no le eres infiel a tu pareja porque la amas y justamente por esta razón no necesitas buscar a alguien más.
La segunda, se basa en la ética y la moral y justamente por ello es de doble sentido; eres fiel porque respetas a tu pareja, de lo contrario estarías contradiciendo y faltando a las normas que te rigen, de lo contrario estarías faltando a tu compromiso. No obstante, y aquí esta el otro sentido, aun cuando no quieras romper el compromiso ni tener problemas tal vez si quieras buscar a alguien más.
Sería injusto decir que son solo dos tipos de fidelidad las que existen, más aun cuando somos tan distintos todos los seres humanos, más aun cuando los puntos de vista de cada uno y las negociaciones juegan un papel crucial en las relaciones de fidelidad.
Explicando lo anterior: en una relación de pareja estas dos personas diferentes, con distintos puntos de vista y experiencias y formas de ser y muchas cosas propias, se juntan y con la finalidad de lograr una buena convivencia generan sus propias reglas en conjunto.
Es decir, surge una nueva ley, no la tuya ni la mía, sino la nuestra. En el caso de la fidelidad los puntos de vista dan múltiples definiciones y podemos llegar a tener problemas si es que no logramos encontrar un punto de encuentro.

Recuerdo que me costaba mucho entender cómo es que para mi novia un simple mirar hacia otro lado era ya una especie de infidelidad; mientras para mí, aun cuando ella se acostara con otra persona, no estaría incurriendo necesariamente en un acto de "corrupción". Luego tuvimos que conversarlo puesto que si yo no consideraba a la fidelidad con tantas permisiones nuestra relación no hubiese llegado tan lejos.
Por esto digo, la fidelidad no es una noción que puedas conseguir entender leyendo un diccionario, es una conducta tan compleja como el ser humano que la conduce, es una filosofía de vida para muchos y un dogma para otros. La fidelidad sin embargo, no es una santa católica ni la cosa más sagrada del mundo y me atrevo decir: la fidelidad está sobrevalorada.
No todas las cosas buenas esconden necesariamente la misma intención y la fidelidad no es la excepción a la regla. Recuerden que la fidelidad es una característica inherente al hombre y a la mujer y por tanto no ha de ser la cosa más perfecta del mundo. Y si digo que está sobrevalorada es porque en estos tiempos arrojarse a la creencia de algo puro y supremo es una total locura.
Tampoco es que yo quiera hacer una apología a la infidelidad y no me considero para nada seguidora acérrima de sus causas, pero estoy harta de escuchar a aquellos crédulos sensibles que le tiran leña a aquellos que decidieron faltar al pacto de exclusividad amatoria. Ser fiel no te hace el más grande de los huevones ni te hace mejor que yo, que he deseado a cuanta alma sensual se haya cruzado por mi córnea, ser fiel ha dejado de ser el valor por excelencia, ahora lo que está de moda es el reciclaje.